Hipocresía, falsedad y engaño se reunieron una tarde a contemplar a dos enamorados, él veía en ella, las estrellas y decía: “Tus ojos son aquella luz que nunca quiero dejar de mirar “. Y ella sonreía con amor y serenidad. Había en aquella unión, calor y paz y contemplación y fructificaba todo alrededor, y la vida era bendición.
Pero los tres malignos antedichos no podían soportar lo que en su naturaleza jamás se podría dar, pues les mueve la envidia y la maldad, se vistieron como nobles corderos. Y comenzaron a hacer funcionar su plan y siendo como es el amor, generoso, abrió sus puertas. Y al poco tiempo, todo había sido destruido.
Pero los tres malignos antedichos no podían soportar lo que en su naturaleza jamás se podría dar, pues les mueve la envidia y la maldad, se vistieron como nobles corderos. Y comenzaron a hacer funcionar su plan y siendo como es el amor, generoso, abrió sus puertas. Y al poco tiempo, todo había sido destruido.
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